Una vivienda digna no se resume a un apartamento o una casa cómoda para albergar a la familia. Es necesario que se aseguren muchos otros derechos en el entorno de la residencia para que se pueda realmente habitar y vivir bien. Los gobiernos Lula y Dilma siempre tuvieron esta comprensión y fueron perfeccionando año a año, proyecto a proyecto, el programa Mi Casa, Mi Vida para atender mejor a las poblaciones de bajos ingresos. Para los gobiernos del PT, vivienda digna significa acceso a equipamientos y servicios públicos, además de una infraestructura urbana de calidad, con pavimento, alcantarillado sanitario, agua potable, energía eléctrica. Componentes indispensables para la implantación de los emprendimientos e importante contrapartida de las alcaldías y gobiernos estaduales.

Durante muchos años en Brasil, los proyectos habitacionales financiados con recursos públicos irguieron verdaderas cajas de cemento. Vivir en estos apartamentos era sinónimo de incomodidad, falta de privacidad y privaciones.
Además, ellos eran completamente homogéneos, no se permitía a los habitantes darles a aquellos espacios su toque personal, el estilo especial que cada uno de nosotros quiere imprimirle al lugar en el que vive. Hoy, la mayor parte de los proyectos de Mi Casa, Mi Vida tiene esa preocupación. Entonces surgieron jardines, patios, terrazas y balcones. Son ambientes en los que las familias cultivan su rinconcito particular y que, en el fondo, ayudan a transformar la vivienda en un hogar.
