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Los bancos públicos vienen ganando participación de mercado desde la crisis financiera de 2008, cuando los bancos privados se retrajeron. Y se volvieron aún más agresivos en 2012, atendiendo a la determinación de la presidenta Dilma de cortar los intereses para forzar la competición en el mercado bancario. En razón de la agresividad de los bancos públicos en los últimos cinco años, más de la mitad del crédito existente hoy en el país es de origen estatal. Entonces, cuando escuche a algún experto quejándose de la “estatización del crédito”, puede estar seguro de que llora en nombre de los bancos privados, obligados a contener los intereses y a reducir sus ganancias para no perder todavía más clientes a manos de Banco do Brasil y Caixa Econômica Federal.
Lo cierto es que el sistema financiero nacional es robusto, y, poco a poco, los bancos privados vuelven a creer en Brasil, asumiendo posturas más agresivas en la oferta de crédito y recuperando la participación en el mercado.
En 2002, el crédito concedido por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) patinaba alrededor de R$ 38 mil millones. Con Lula, sobrepasó la marca de los R$ 168 mil millones. Con Dilma, subió a R$ 190 mil millones. El BNDES viene desempeñando una importante función en la oferta de los recursos necesarios para mantener las inversiones productivas de la economía. Esa actitud se mostró especialmente importante a partir de 2008, con el agravamiento de la crisis financiera internacional. Desde entonces, como nunca antes en la historia, el BNDES se hace merecedor de cada letra de su nombre.