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Lo que era una traba para el crecimiento se volvió una oportunidad de crecimiento. Si los gobiernos anteriores abandonaron la construcción y el mantenimiento de carreteras, ferrovías, puertos, aeropuertos, hidroeléctricas y refinerías, la solución de los gobiernos democráticos y populares fue dotar al país de la infraestructura necesaria para crecer cada vez más. El Programa de Aceleración de Crecimiento (PAC) hizo de Brasil un inmenso sitio de obras, basado en inversiones públicas y en alianzas público-privadas. Un total de R$ 1,5 billón fue invertido entre 2007 y 2014. En diez años, la inversión de las empresas estatales tuvo un crecimiento real del 205%, saltando de R$ 37,2 mil millones en 2003 al récord histórico de R$ 113,5 mil millones en 2013.
Las concesiones de infraestructura del gobierno Dilma atraen cada vez más capital privado, nacional y extranjero. Fueron 18 subastas en 2013, en las áreas de transportes, energía, petróleo y gas, para generar empleo e ingreso y dinamizar la economía como un todo. Los contratos traerán un total de R$ 80,3 mil millones en inversiones, así distribuidos: R$ 28,7 mil millones en carreteras, R$ 26,6 mil millones en generación de energía, R$ 8,7 mil millones en líneas de transmisión, R$ 7 mil millones en aeropuertos, R$ 6,9 mil millones en petróleo y gas (solo con el Programa Exploratorio Mínimo, que evalúa el potencial comercial de los campos licitados) y R$ 2,4 mil millones en puertos.
“Posibilitamos la utilización de parte de las reservas para financiar las exportaciones, redujimos el compulsorio de los bancos para aumentar la capacidad de crédito, con el mismo objetivo promovimos la compra de algunos bancos privados o de bancos locales por bancos del gobierno federal. Creamos estímulos fiscales para la industria automovilística que permitieron revitalizar ese sector y vamos a financiar la construcción de un millón de casas en los próximos dos años. No vacilaremos, lanzaremos mano de todos los instrumentos al alcance del Estado para aminorar los efectos de la crisis. De ese mismo Estado que algunos querían mínimo e inoperante y a cuya puerta hoy muchos golpean pidiendo ayuda. El demonio de ayer se volvió el salvador de hoy.”
“Logramos en Brasil una gran madurez institucional, que es notar que es posible compatibilizar solidez fiscal con inversión. Que no es algo contradictorio, porque lo que nos hace capaces de resistir a la crisis, capaces de tener una especie de barrera a los efectos de esa crisis, es el hecho de que tenemos ese dúo, solidez fiscal del gobierno federal y de los estados (...) que por su esfuerzo abrieron espacio fiscal de inversión, y que demuestran que el país logra invertir y mantener los principios de la estabilidad. Eso es muy importante en el mundo en que vivimos, porque no es lo usual. Tuvimos de hecho un largo proceso, dos décadas perdidas. Tuvimos ese triste evento en la historia reciente del país. Pero esas décadas contribuyeron por lo menos para que supiéramos el camino que lleva hoy a la responsabilidad fiscal, a la capacidad de tener consistencia macroeconómica, al hecho de que podemos con estabilidad hacer que Brasil crezca.”