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Lula y Dilma han multiplicado por diez las inversiones en defensa y han creado programas de estímulo a la industria de defensa nacional. Dos iniciativas fueron decisivas para cambiar el triste cuadro del pasado. Primero, la apertura de nuevos mercados por la diplomacia brasileña atrajo el interés de las fuerzas armadas de otros países; con ello, las exportaciones en el área de defensa crecieron 13 veces. Segundo, el propio gobierno brasileño se hizo cliente de esas empresas, saliendo de la situación de congelamiento de los años 1990 e inicio del siglo XXI.
Brasil fue uno de los países que más crecieron en la última década, por ello, necesita una capacidad militar capaz de disuadir (desalentar) a quien intente apoderarse de riquezas como el presal, el agua dulce, la energía hidroeléctrica, la producción brasileña de alimentos, etc. Por esa razón, Brasil ha multiplicado por diez las inversiones en defensa: de R$ 900 millones, en 2003, a R$ 8,9 mil millones, en 2013.
Lula y Dilma sacaron a la industria de defensa del estancamiento. Además de incentivar las investigaciones y estimular las exportaciones – en función de la apertura de nuevos mercados por parte de la diplomacia brasileña - el gobierno brasileño se hizo cliente preferencial de la industria nacional. Las compras de equipamientos, a ejemplo de camiones militares, aviones, radares, simuladores de vuelo, vehículos aéreos no tripulados, entre muchos otros, ayudan a sostener a 190 empresas que mantienen 30 mil empleos directos y 120 mil indirectos y venden US$ 4 mil millones anuales, la mitad en exportaciones.
Se crearon programas de apoyo directo y el Gobierno Federal pasó a compartir el riesgo de la investigación con las empresas. El Programa Innova, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, selecciona proyectos que pueden recibir financiación. De 2006 a 2010, 872 proyectos habían recibido R$ 2,150 mil millones. En enero de 2014, en una nueva etapa del programa, fueron seleccionados 91 proyectos más para utilizar los R$ 2,9 mil millones disponibles. Dilma decidió aumentar entonces el valor de la financiación a R$ 8,680 mil millones. Antes de Lula y Dilma, nada de eso existía.
El gobierno optó por modernizar la Fuerza Aérea con 36 jets Grippen porque su fabricante, Saab, aceptó hacer la plena transferencia tecnológica. Vincular las compras a la transferencia de tecnología es una forma de mantenerse actualizado con lo que hay de más avanzado en el mundo. Eso ya había pasado antes en la compra de aviones de transporte y de patrulla.
Marina, Ejército y Aeronáutica, coordinados por el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (EMCFA), se movilizan para monitorear y patrullar las extensas líneas de fronteras brasileñas, tanto en operaciones temporales como en operaciones permanentes de inteligencia. Las acciones, puntuales y ostensivas, alcanzan desde la vigilancia del espacio aéreo hasta las operaciones de patrulla e inspección en los principales ríos y carreteras que dan acceso al país. La actuación integrada de las Fuerzas Armadas - con el apoyo de los órganos de seguridad pública, como la Policía Federal y la Fuerza Nacional - incluye también asistencia médica y odontológica en las comunidades de pueblos y ciudades aisladas.
Las Fuerzas Armadas son jerarquizadas y disciplinadas. La creación del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas por el gobierno Lula, en 2010, y de la Secretaría General del Ministerio de Defensa por el gobierno Dilma, en 2013, aumentaron las prerrogativas del Ministerio de Defensa, que pasó a tener una jefatura del área militar y otra del área civil. Ambas responden directamente al ministro de Estado, fortaleciendo el control civil y la democracia brasileña.