Parecía obvio que en un país con tantas metrópolis y con tantas comunidades en lugares aislados debería existir un sistema de atención de emergencia capaz de socorrer a personas accidentadas, víctimas de armas de fuego, quemadas o infartadas. Era una necesidad obvia, sí, pero hasta 2003 Brasil no poseía nada similar al SAMU. La atención de emergencia dependía del apoyo del Cuerpo de Bomberos.

Muchas de las personas que no tenían un plan privado de salud eran socorridas en vans transformadas en precarias ambulancias o en coches de parientes, cuando no dependían de la solidariedad de terceros.
La situación empezó a cambiar en 2003, con la decisión del presidente Lula de crear el SAMU. En junio de 2014, 2.926 municipios ya habían recibido 3.182 ambulancias. Nada menos que el 74,5% de la población brasileña está cubierta por el SAMU.